6 de enero de 2013

Nunca fallan.

Todo empezaba cuando ibas camino a la cabalgata. Estabas nerviosísima, ibas a ver a los Reyes Magos. Era bonito ver a los niños chillar el nombre de su rey favorito, yo, tenía que esperar al último, a Baltasar.

Cuando acababa ibas a casa y cenabas muy rápido porque querías irte a la cama pronto. Antes de irme a la cama recuerdo como mi madre me decía que dejase los zapatos bien limpios en el salón y que preparase algo para los Reyes, los pajes y sus camellos.


Ya en la cama cerrabas los ojos muy fuerte, lo único que querías era dormirte y despertarte con todo lleno de regalos. Una noche oí un ruido, me tapé muy fuerte los oídos, no quería escuchar nada, podían ser los Reyes y si se enteraban de que les había oído no me dejarían nada. Aún con nervios, conseguíamos dormirnos.


Llegaba la mañana del 6 de enero. Todo lleno de regalos, abrías uno por uno y veías que era lo que habías pedido, la granja de playmobil, algún juego, unos calcetines, pinturas para el colegio y bueno, siempre tenías algo de carbón.


Por desgracia esos momentos no volveremos a sentirlos en nuestra propia piel, de despertar con 5 añitos y…y…y… no saber por dónde empezar, por el grande, por el pequeño, por el azul o por el rojo. A todos nosotros y en especial hoy, nos gustaría ser pequeños.

Pensadlo futuros profes, en unos añitos, cuando estemos dando clase por estas fechas nuestros alumnos más pequeños vendrán a clase con una sonrisa de oreja a oreja contándonos todo lo que les han traído los Reyes Magos.

Sí al fin y al cabo, lo más bonito es que un niño no pierda la sonrisa y menos en estos días tan especiales para ellos, pero también para nosotros.



No hay comentarios:

Publicar un comentario