Todo empezaba cuando ibas
camino a la cabalgata. Estabas nerviosísima, ibas a ver a los Reyes Magos. Era
bonito ver a los niños chillar el nombre de su rey favorito, yo, tenía que
esperar al último, a Baltasar.
Cuando acababa ibas
a casa y cenabas muy rápido porque querías irte a la cama pronto. Antes de irme
a la cama recuerdo como mi madre me decía que dejase los zapatos bien limpios
en el salón y que preparase algo para los Reyes, los pajes y sus camellos.
Ya en la cama
cerrabas los ojos muy fuerte, lo único que querías era dormirte y despertarte
con todo lleno de regalos. Una noche oí un ruido, me tapé muy fuerte los oídos,
no quería escuchar nada, podían ser los Reyes y si se enteraban de que les
había oído no me dejarían nada. Aún con nervios, conseguíamos dormirnos.
Llegaba la mañana
del 6 de enero. Todo lleno de regalos, abrías uno por uno y veías que era lo
que habías pedido, la granja de playmobil, algún juego, unos calcetines,
pinturas para el colegio y bueno, siempre tenías algo de carbón.
Por desgracia esos momentos
no volveremos a sentirlos en nuestra propia piel, de despertar con 5 añitos y…y…y…
no saber por dónde empezar, por el grande, por el pequeño, por el azul o por el
rojo. A todos nosotros y en especial hoy, nos gustaría ser pequeños.
Pensadlo futuros profes,
en unos añitos, cuando estemos dando clase por estas fechas nuestros alumnos más
pequeños vendrán a clase con una sonrisa de oreja a oreja contándonos todo lo
que les han traído los Reyes Magos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario